‘El apagón de TikTok: libertad de expresión en juego bajo la sombra de la geopolítica’, por Daniel Casal
Hoy toca hablar de la noticia del día, la noticia que el sábado 18 de enero ocupaba la primera página del New York Times, por encima de la paz en Israel, el inminente “apagón” de TikTok en Estados Unidos, programado para el domingo 19 de enero de 2025, y que simboliza más que una simple confrontación tecnológica. Este hecho pone de manifiesto cómo los intereses políticos y económicos moldean la narrativa de la seguridad nacional, sacrificando derechos fundamentales como la libertad de expresión.
La prohibición de TikTok es un ejemplo alarmante de cómo los gobiernos pueden instrumentalizar la “seguridad nacional” para justificar medidas draconianas que limitan las libertades individuales. Aunque los legisladores estadounidenses han planteado preocupaciones legítimas sobre la privacidad y la recopilación de datos, el cierre de una plataforma que alberga a 170 millones de usuarios mensuales en EE.UU. establece un precedente peligroso. No se trata solo de restringir una aplicación; se trata de limitar un espacio digital donde millones de personas ejercen su derecho a expresarse, compartir ideas y construir comunidades.
¿Es TikTok una amenaza real o un peón en el ajedrez geopolítico? La falta de pruebas concluyentes sobre un uso indebido de los datos de los usuarios estadounidenses por parte de ByteDance sugiere que esta prohibición tiene más que ver con la competencia entre Estados Unidos y China que con preocupaciones legítimas de seguridad.
Es curioso que el gobierno estadounidense dirija su escrutinio únicamente hacia TikTok mientras empresas nacionales como Meta y Google han sido acusadas repetidamente de prácticas anticompetitivas y violaciones de privacidad. Sin embargo, ninguna enfrenta una prohibición similar. Este doble rasero refuerza la idea de que la cruzada contra TikTok no busca proteger a los usuarios, sino controlar el mercado tecnológico global y limitar la influencia de un rival estratégico como China.
El apagón de TikTok también expone cómo los intereses económicos y políticos están interconectados. Para ByteDance, perder el mercado estadounidense significa un golpe financiero importante, dado que los usuarios de EE.UU. representan una fuente significativa de ingresos publicitarios. Sin embargo, esta acción también pone en peligro el ecosistema de creadores estadounidenses que dependen de la plataforma para su sustento. Irónicamente, los mismos legisladores que afirman proteger a los ciudadanos están desmantelando un modelo económico que empodera a millones de pequeños emprendedores.
Lo más inquietante es el precedente que esta prohibición establece. Si un gobierno puede cerrar una plataforma bajo el pretexto de la seguridad nacional, ¿qué impide que lo haga con otras redes sociales o medios de comunicación en el futuro? Hoy es TikTok; mañana podrían ser otras plataformas que no encajen en los intereses políticos del momento. Esta es una forma de censura moderna disfrazada de protección.
El caso TikTok no debería ser leído solo como una medida para proteger a los ciudadanos de los supuestos riesgos de una empresa china. Más bien, debería entenderse como un ejemplo de cómo los gobiernos pueden utilizar el miedo para consolidar su control sobre el flujo de información y las plataformas digitales.
La libertad de expresión no puede ser negociable ni supeditada a tensiones geopolíticas. En lugar de prohibir, el enfoque debería centrarse en desarrollar regulaciones claras y justas que protejan tanto la privacidad como los derechos de los usuarios. De lo contrario, el apagón de TikTok será recordado como un capítulo oscuro en la historia digital de Estados Unidos, donde los intereses políticos prevalecieron sobre los valores fundamentales de la democracia.
Por cierto, Europa, tú a tu bolita, deja que nos sigan superando en la industria tecnológica, en la IA y en la aeroespacial, que nosotros seguiremos discutiendo sobre regulaciones interminables, burocracia y proteccionismos que solo frenan nuestra capacidad de innovación.
Daniel Casal, consultor de Marketing y Publicidad