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‘De la lana merina al talento digital: cómo España sigue exportando oportunidades en lugar de aprovecharlas’, por Daniel Casal

Observo con interés, sino con cierta preocupación incluso diría pena, la fuga constante de talento y empresas sobresalientes en nuestro país. La reciente adquisición de Wardem, una innovadora agencia tecnológica española, por parte del grupo italiano Maggioli es un ejemplo más de esta dinámica. España forma talento y crea empresas prometedoras, pero no es capaz de retenerlos. Las preguntas surgen inevitablemente: ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué nuestras mejores mentes y compañías terminan contribuyendo al crecimiento de otros países en lugar de consolidar el nuestro?

Este fenómeno no es nuevo. Ya en el pasado, España exportaba su valiosa lana merina, considerada la mejor del mundo, a países como Inglaterra y los Países Bajos. Allí, esa lana se transformaba en textiles de alta calidad, generando un enorme valor añadido que nunca regresaba a España. Hoy, Wardem y otras empresas tecnológicas representan una versión moderna de esta misma historia: recursos y talento que otros países saben transformar, mientras nosotros seguimos sin desarrollar un modelo capaz de retener y potenciar lo nuestro.

En el caso de Wardem, hablamos de una empresa que simboliza lo mejorcito del ecosistema tecnológico/publicitario español, pero que ha sido absorbida por una multinacional extranjera. Este patrón no es casualidad, sino el resultado de factores estructurales que nos impiden construir un tejido empresarial fuerte y competitivo. La fragmentación de nuestra industria, la falta de acceso al capital y la ausencia de grandes grupos nacionales fuertes dejan el terreno abierto para que multinacionales detecten nuestras joyas más brillantes y las integren en sus propios ecosistemas.

El problema radica en nuestra incapacidad para valorar y potenciar lo que tenemos. En España, a menudo caemos en un discurso negativo hacia nuestras propias capacidades, mientras que las empresas extranjeras son capaces de identificar y aprovechar el talento y la innovación que abundan en nuestro país. Carecemos de estructuras empresariales y estratégicas sólidas que nos permitan capitalizar este potencial. En lugar de construir grupos nacionales de comunicación fuertes que integren y proyecten nuestro talento al exterior, permitimos que otros lo hagan.

Es fundamental apoyar a empresas como MIOGroup, LLYC, Making Science, T2O o Jungle 21, que representan ejemplos de lo que podríamos lograr si invertimos en nuestro propio ecosistema empresarial. Necesitamos fortalecer y respaldar a estos emprendedores y empresarios para que lideren el crecimiento y retengan el talento español. El futuro de nuestra industria depende de construir desde dentro, y no de depender siempre de actores extranjeros para aprovechar lo mejor que tenemos.

La historia de Wardem no es única, pero es significativa. Al igual que nuestros jóvenes universitarios, que cada año emigran en busca de mejores oportunidades, nuestras empresas más prometedoras también se escapan. El coste de formar a un joven en España desde su nacimiento hasta su graduación universitaria asciende a 119.000 euros. Cuando miles de ellos emigran cada año, la pérdida económica se estima que supera los 3.570 millones de euros anuales. Si a esto sumamos las empresas que se venden al extranjero, el impacto para el país es incalculable.

No podemos permitir que esta dinámica siga. España tiene talento, creatividad e innovación. Lo que necesitamos es construir estructuras sólidas, fomentar el acceso al capital y crear un entorno que permita que tanto nuestras personas como nuestras empresas prosperen aquí. No debemos ser un país que forma talento para que otros lo aprovechen, ni un mercado que solo genera grandes ideas para que otros las compren.

Es hora de cambiar la narrativa. Necesitamos apostar por lo nuestro, invertir en consolidar un tejido empresarial fuerte y asegurarnos de que el talento y las empresas que surgen en España se queden aquí. Solo así podremos convertirnos en un país que exporte ideas, no oportunidades perdidas.

Por Daniel Casal, consultor de Publicidad y Marketing