‘Adquisiciones y tecnología: ¿salvación o fin del espíritu creativo en la publicidad?’, por Daniel Casal
En una era en la que los datos permiten una eficiencia sin precedentes, ¿estamos sacrificando el alma creativa que alguna vez transformó la publicidad? Aunque la tecnología y el análisis de datos han revolucionado el sector, el afán por resultados inmediatos y la obsesión por la rentabilidad pueden estar opacando el poder emocional que solo la creatividad puede ofrecer. ¿Es posible reconciliar la precisión de los números con la magia de las grandes ideas?
La publicidad, aquella disciplina que durante décadas fue el laboratorio de ideas disruptivas y motor de campañas legendarias, parece haber perdido su esencia. En su apogeo, mensajes como “Think Small” de Volkswagen o “Curro se va al Caribe” para Halcón Viajes no solo vendían productos, sino que redefinían la cultura popular, conectando emocionalmente con las audiencias. Hoy, sin embargo, el exceso de datos, la tecnología y la implacable presión de los mercados financieros han relegado la creatividad a un segundo plano, sumiendo al sector en una crisis de identidad.
La promesa de la hipersegmentación y la publicidad programática se presentó como una revolución: alcanzar al público correcto, en el momento preciso, mediante el análisis minucioso de datos. En la práctica, esta estrategia ha dado lugar a un bombardeo de formatos intrusivos y repetitivos que saturan los canales digitales y, en vez de personalizar el mensaje, lo despersonalizan. Los consumidores, abrumados por esta sobreabundancia, apenas retienen la esencia de lo que se les ofrece, perdiendo la conexión emocional que caracteriza a una campaña memorable.
A esto se suma la presión de los mercados financieros, que exigen resultados inmediatos y un crecimiento sostenido. Las grandes compañías han adoptado una lógica que prioriza la eficiencia y la reducción de costes sobre la construcción a largo plazo de la marca. Las cifras son elocuentes: Procter & Gamble pasó de crecer un 8,5% anual a tan solo un 0,5% entre 2009 y 2023, mientras que Nestlé incluso registró cifras negativas en el mismo periodo. Estos datos demuestran que la obsesión por el ROI y la incesante búsqueda de rentabilidad han erosionado el verdadero valor estratégico de la publicidad.
En respuesta a este panorama, gigantes como WPP, Omnicom, IPG y Publicis optaron por las fusiones y adquisiciones masivas, presentándolas como soluciones para generar sinergias y calmar a los inversores. Sin embargo, estas operaciones han tenido un alto coste humano y creativo: despidos masivos, centralización operativa y la transformación de agencias independientes en engranajes de una maquinaria global que premia el corto plazo. La reciente compra de IPG por parte de Omnicom es un claro ejemplo de cómo estas consolidaciones pueden diluir el valor diferencial que las agencias ofrecen a sus clientes.
En España, la situación no es menos alarmante. Agencias locales, que en su momento destacaron por su creatividad y profundo conocimiento del mercado, han perdido autonomía y cercanía con sus clientes. La mudanza de la agencia Sra. Rushmore, adquirida por WPP en 2005, de sus emblemáticas oficinas en la Gran Vía de Madrid para integrarse en la sede central de WPP en la calle Ríos Rosas, simboliza la tendencia a una mayor centralización y la consecuente pérdida de flexibilidad y espíritu innovador.
Los profesionales creativos han sido los más castigados. Antes podían dedicar tiempo y energía a desarrollar campañas que impactaban profundamente en la cultura; hoy, la presión del entorno digital les obliga a producir cientos de adaptaciones que, en un panorama saturado, terminan pasando desapercibidas. La irrupción de la inteligencia artificial, si bien ofrece oportunidades de optimización y automatización, también amenaza con desplazar a perfiles de nivel medio o junior, profundizando la crisis creativa.
Sin embargo, en medio de este escenario desolador, algunas señales de esperanza comienzan a vislumbrarse. Varias agencias y marcas están replanteando sus estrategias, combinando innovación tecnológica con el innegable poder de la creatividad. Un ejemplo paradigmático es Adidas. Tras depender casi exclusivamente de la publicidad programática y de rendimiento, la compañía reconoció en 2024 que este enfoque estaba minando el valor emocional de su marca. En respuesta, Adidas incrementó su inversión en marketing en un 9% (alcanzando los 657 millones de euros) y lanzó el plan “Own the Game”, que contempla invertir 1.000 millones de euros adicionales hasta 2025. Este cambio estratégico refleja la necesidad de priorizar el branding y la construcción de una identidad sólida a largo plazo, en contraposición a la obsesión por métricas de corto plazo.
Aunque algunos sostienen que la publicidad ha entrado en un estado de decadencia donde solo prosperan sus grandes líderes, la realidad es mucho más compleja. Si bien el exceso de eficiencia y la saturación de datos han mermado la capacidad de emocionar, también existe la oportunidad de reinventar el sector. Agencias como Jungle y Good Rebels están demostrando que es posible integrar la analítica de datos con el ingenio creativo, generando campañas que realmente conectan con el público.
El desafío para la industria publicitaria es, por tanto, reconducir un modelo que ha perdido su rumbo. No se trata de rechazar la tecnología, sino de utilizarla como herramienta para amplificar la creatividad, no para sustituirla. Las grandes adquisiciones y fusiones no deben ser vistas únicamente como maniobras financieras para reducir costes, sino como oportunidades para reestructurar un ecosistema en el que el ingenio y la emoción sean tan valorados como los resultados económicos.
Si la industria no logra recuperar el equilibrio entre datos y creatividad, corremos el riesgo de olvidar que la verdadera fortaleza de la publicidad reside en su capacidad para transformar culturas y generar emociones duraderas. En cambio, si se aprende a fusionar tecnología y creatividad de manera armónica, el sector podrá reinventarse y volver a ser el motor de cambio que alguna vez fue.
Daniel Casal, consultor de Marketing y Publicidad